La pervivencia de la tradición clásica durante la Edad Media


En las primeras páginas de su libro El Renacimiento europeo. Centros y periferias, Peter Burke destaca la continuidad esencial entre la Edad Media y el Renacimiento, más allá de la percepción que de sí mismos tenían muchos humanistas. Para ello, documenta que durante los llamados "años oscuros" no se perdió el interés por la Antigüedad grecolatina, aunque sí se incidía en autores y obras distintos. Con ello, el autor desmonta uno de los mitos culturales más perniciosos que subsisten en torno al Renacimiento, y es que vino a restaurar una tradición que se había perdido. Nada más lejos de la realidad.

Petrarca y sus seguidores trataron de distanciarse de los aristotélicos. En un opúsculo que llevaba el socrático título de De sui ipsius et multorum ignorantia (De su propia ignorancia y la de muchos), Petrarca criticó a los filósofos académicos del momento, la «secta loca y escandalosa de los escolásticos», por su devoción exclusiva a Aristóteles. Vista desde una amplia perspectiva, por otra parte, es difícil discernir una ruptura radical entre el interés de santo Tomás en Aristóteles y el entusiasmo de Petrarca por los escritores clásicos. Como más tarde los humanistas, los filósofos escolásticos como William de Lonches declaraban que «la dignidad de nuestra mente es su capacidad para conocer todas las cosas». Otros historiadores han hecho notar los paralelos entre los intereses de los hombres de letras del siglo XII, como el inglés Juan de Salisbury, y sus sucesores del siglo XV. Aquél estaba familiarizado con las obras de los clásicos, incluidos Cicerón y Séneca, con el Timeo de Platón y la Eneida de Virgilio. Adaptó estos textos a su cultura (consciente o inconscientemente) al darles una interpretación moral o religiosa, señalando por ejemplo, que Platón conocía la doctrina de la Trinidad y que las aventuras de Eneas eran alegorías del progreso del alma durante la vida; aunque, como veremos, ya algunos estudiosos del siglo X ofrecían interpretaciones semejantes.

Sea que prefiramos hablar de «Renacimiento», «pre-Renacimiento», o bien, simplemente, de condiciones para el Renacimiento, el punto a destacar es la persistencia de la tradición clásica. Algunos antiguos escritores romanos, los poetas Horacio y Virgilio, por ejemplo, continuaron siendo leídos e imitados durante la Edad Media. La tradición del derecho romano se mantuvo en vigor en algunas regiones, tales como Italia y el sur de Francia. Como en la antigua Roma, en las ciudades-estado italianas de los siglos XII y XIII, el estudio de la retórica, es decir, el arte de persuadir en los discursos y las cartas, era una preparación necesaria para una carrera en el derecho y en la política. Las virtudes cívicas y el buen gobierno eran discutidos con referencia a escritores clásicos como Cicerón y Salustio.

La singular cultura urbana y secular de estas ciudades-estado tenía afinidades obvias con la de la Antigüedad, haciendo la literatura y la filosofía clásicas insólitamente relevantes para sus ciudadanos. La tradición clásica también continuó en las artes visuales. El arte y la arquitectura anteriores al gótico son llamados actualmente «románicos», precisamente a causa de su deuda con los romanos. Los restos de los edificios clásicos que quedaban en una serie de ciudades europeas continuaron suscitando admiración. Verona tenía un anfiteatro romano, Nimes un templo romano, Segovia un acueducto romano y así sucesivamente. En la misma Roma estaban el templo del Panteón, el Coliseo, el Arco de Tito, la Columna Trajana y muchos más. La persistencia de los restos clásicos contribuyó a la recuperación clásica.



En la misma Roma estaban el templo del Panteón, el Coliseo, el Arco de Tito, la Columna Trajana y muchos más. La persistencia de los restos clásicos contribuyó a la recuperación clásica. En la época de Carlomagno, el Panteón inspiró la capilla imperial de Aquisgrán. En el siglo XII, inspiró el Baptisterio de Florencia.

El encuentro con las llamadas culturas «hermanas» del mundo bizantino y del árabe coadyuvó al redescubrimiento de la tradición clásica en Occidente. Por ejemplo, los eruditos bizantinos estaban familiarizados con una serie de antiguos autores griegos que eran completamente desconocidos en Occidente. Editaron y comentaron estos textos del mismo modo en que habrían de hacerlo los humanistas renacentistas en los siglos XV y XVI.

Los árabes asimismo desempeñaron un papel importante en transmitir la tradición griega, especialmente desde el siglo IX hasta el XIV. Las famosas escuelas de Atenas y Alejandría se trasladaron a Bagdad. Los eruditos musulmanes escribieron comentarios sobre Platón y Aristóteles. Una serie de antiguos escritores, incluidos Aristóteles, Tolomeo, Hipócrates y Galeno, fueron traducidos al latín en la Edad Media a partir de traducciones árabes del original griego.